Los Adornos Navideños, #unaNavidaddiferente

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Somos frágiles, pero inmortales, procedentes de algún lugar fantástico donde conviven los recuerdos con los sueños. Once meses al año dormimos envueltas en papel de seda en grandes cajas disparejas, hasta que nos levantan, suben del trastero y nos descubren con cuidado. Para el momento en que vemos la luz de nuevo, para el puente de diciembre, el árbol ya está listo, cubierto de luces y con las ramas extendidas. Éste solía ser un viejo conocido, que compartía destino con nosotras y los demás adornos, pero año tras año se le notaba el paso del tiempo en su cada vez menos frondosa figura. Esta temporada, descubrimos por sorpresa que había sido sustituido por un ejemplar más alto y esbelto, más frondoso…. Más acogedor. Le echaremos de menos, pero tras 40 años, no estaba ya para estos trotes.

A través de la tapa de nuestras cajas, las escuchamos hablar. Discuten sobre cómo poner las luces. Tras un rato de silencioso trabajo, llega nuestro turno. Poco a poco nos liberan de nuestras camas de papel, y nos van extendiendo con cuidado sobre la mesa, cubierta con un suave y acolchado mantel blanco. A pesar de su delicadeza, cada año nos toca despedir a algunas amigas, sobre todo de las que llevan con nosotras desde siempre. Su frágil cristal las hace muy inestables, y a veces un suspiro hace que estallen en mil pedazos. 

En el mantel nos extienden por tamaños, que será cómo nos colocarán en el árbol. Ellas nos conocen como si fuéramos viejas amigas, y siempre procuran colocarnos allá donde luciremos mejor, cerca de nuestros seres queridos y nuestras amistades, forjadas tras navidades colgadas en la vecindad.

Las pequeñas bolitas multicolor, que viven juntas en una caja que parece un bloque de pisos, son las primeras en ocupar sus posiciones en la cima del árbol. Sus colores pastel le dan mucha luz. Celebran volver a encontrarse con los pequeños ornamentos de madera, que aunque llevan más de 30 años con nosotras, siguen pareciendo niños, y les gusta agitarse divertidas. A las estrellitas danesas tampoco les gusta quedarse quietas, y junto a los zapatos italianos, saltan de rama en rama animando el cotarro. 

Cada una de nosotras tiene su sitio, y a todas se nos coloca para que se nos pueda ver. Incluso aquellas bolas un poco menos agraciadas, o incluso rotas, tienen un lugar reservado. De ellas es la misión de rellenar los huecos junto a la pared… se colocan enseñando su mejor cara, y así se sienten valoradas.

A las nuevas incorporaciones suelen ponerlas en la zona más visible, para que luzcan brillantes como protagonistas de la temporada. Todas tuvimos nuestro momento, y es divertido observar sus nervios por estar a la altura desde nuestras ramas. Intentamos hacerlas sentirse como en casa, y cuando por fin nos abandonan a la oscuridad, solemos darles una fiesta de bienvenida. Desde hace un par de años no recibimos bolas de fuera… cuando antes era casi una tradición. Hemos oído hablar algo de un virus… pero tampoco es algo que nos preocupe. Nuestro trabajo es precisamente hacerles olvidar las penas de fuera, así que hacemos lo propio con nuestros brillos y colores.

Las personalidades vamos abajo del todo, en la base del árbol. Este año, para lucir mejor, lo han colocado sobre una base que lo levanta, y así tenemos más libertad de movimiento… a todas nos gusta bailar con las corrientes de aire. A Sissi y Francisco José los colocan en ramas muy juntas, porque no les gusta estar muy alejados; no como el pobre Van Gogh, cuyo carácter reservado lo hace preferir las ramas próximas a la pared. Las reinas siempre intentan animarlo, pero hay días en que prefiere abandonarse a sus pensamientos.

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La parte más divertida es cuando lanzan el cabello de ángel por todo el árbol, porque hace muchas cosquillas. Es como si nos vistieran de gala, y hace que el árbol parezca cubierto de magia. Tras colocar los hilillos de plata, y después de una intensa sesión fotográfica en la que nos esforzamos por brillar como nunca, se hace la oscuridad. Entre luces y sombras viviremos alegres todas las semanas de Navidad, observando a la gente de la casa y sus visitas, y les lanzaremos nuestra magia y buena suerte para estos días tan especiales mientras comparten risas y comida.

Para principios de enero, nos tocará despedirnos. Las dos mujeres nos sacarán del árbol y envolverán en papel nuevo, mientras nosotras trataremos de aferrarnos a las ramas susurrándonos despedidas. Goodbye! Au revoir! Auf Wiedersehen! En nuestras cajitas pensaremos en los buenos momentos y tararearemos los villancicos mientras nos dormimos, querido árbol, hasta que nos volvamos a encontrar el año que viene.



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Comentarios

Alberto Pacheco ha dicho que…
Gracias por hacer de esa tarea tan aparentemente monótona un viaje en el tiempo tan real, tan imaginario, que ni el mejor sueño puede igualarlo.

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