Gaga for Gaga
Como mis más acérrimos seguidores en Facebook ya sabréis, ayer esta servidora acompañada de M. tuvo el privilegio de asistir a un momento que estoy segura será histórico: el concierto de Lady Gaga en Madrid.
A las 8 y algo, totalmente ajenas al barullo en Felipe II y al conflicto de las entradas falsas, M. y yo nos sentamos en nuestros sitios en el 4º piso del Palacio de los Deportes a esperar. Todavía quedaban más de 40 minutos para que empezara el concierto y aquello ya estaba hasta la bandera. Las gradas eran una fiesta: olas, gritos y pitidos, y un centenar de dobles de Lady Gaga (masculinas y femeninas) estaban esparcidas por todo el público a la espera de que diera comienzo el espectáculo.
Con 12 minutos de retraso, comienza la histeria colectiva. 15.000 personas se dejan llevar por el momentum. Sobre unas pantallas semitransparentes que reflejan imágenes de la diva en cámara lenta acompañadas de una atronadora música dance dan el pistoletazo de salida al concierto. Diez minutos más tarde, tras un juego de sombras chinescas con historia incluida, se levanta el telón y nos descubre un coche humeante y un elenco de bailarines algo escuetitos de ropa y sobrantes de frikismo que nos introducen en la historia que será la llegada al “Monster Ball” que da título a la gira. Suena Just Dance y la gente, simplemente, enloquece.
A lo largo del concierto, en intervalos varios, la diva nos introduce en la filosofía Gaga que alaba la diferencia frente al resto y el frikismo como armas para triunfar en este mundo. ¿Quién diría que se puede asistir a una conferencia sobre autoayuda en un concierto? Hasta para compartir perlas de sabiduría Gaga es única. Desde un "Esta noche y todas las noches a partir de ahora seréis quiénes queráis ser" o “Todos podemos ser una súper estrella. No dejéis nunca que nadie os juzgue por ser diferente", pasando por una de las tantas declaraciones de amor a su público ("Yo no era valiente, pero vosotros me habéis hecho serlo”) hacen que la audiencia se vuelque con ella. Si a eso le añadimos que tras la lectura de carteles varios de los chicos de primera fila le dedica un espontáneo “Cumpleaños feliz” a una de ellos, el cocktail amor+entrega absoluta está servido.
A las 8 y algo, totalmente ajenas al barullo en Felipe II y al conflicto de las entradas falsas, M. y yo nos sentamos en nuestros sitios en el 4º piso del Palacio de los Deportes a esperar. Todavía quedaban más de 40 minutos para que empezara el concierto y aquello ya estaba hasta la bandera. Las gradas eran una fiesta: olas, gritos y pitidos, y un centenar de dobles de Lady Gaga (masculinas y femeninas) estaban esparcidas por todo el público a la espera de que diera comienzo el espectáculo.
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A lo largo del concierto, en intervalos varios, la diva nos introduce en la filosofía Gaga que alaba la diferencia frente al resto y el frikismo como armas para triunfar en este mundo. ¿Quién diría que se puede asistir a una conferencia sobre autoayuda en un concierto? Hasta para compartir perlas de sabiduría Gaga es única. Desde un "Esta noche y todas las noches a partir de ahora seréis quiénes queráis ser" o “Todos podemos ser una súper estrella. No dejéis nunca que nadie os juzgue por ser diferente", pasando por una de las tantas declaraciones de amor a su público ("Yo no era valiente, pero vosotros me habéis hecho serlo”) hacen que la audiencia se vuelque con ella. Si a eso le añadimos que tras la lectura de carteles varios de los chicos de primera fila le dedica un espontáneo “Cumpleaños feliz” a una de ellos, el cocktail amor+entrega absoluta está servido.
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Pero el espectáculo no se queda ahí… Gaga se cambia de vestuario en repetidas ocasiones (creo recordar que hasta en 8), momentos en los que aprovechan para volver a la pantalla semi transparente sobre la que se emiten imágenes de la protagonista que van desde lo artístico a lo grotesco en apenas un parpadeo. Gaga comiéndose un corazón, o luciendo una máscara al más puro estilo Hannibal Lecter son algunas de ellas… al ver a varios niños a la salida me pregunto en qué diablos estaban pensando sus padres al traerlos (de todos es sobradamente conocida la afición de la Gaga por estos detalles excéntricos), y si el utilizar esas imágenes o algunos de sus modelitos son parte de la imagen que se ha creado ella misma o simple provocación (el modelito monjil me parece que sobre pasa con creces la línea del respeto).
Salvo por lo ya mencionado, el vestuario de la Gaga está tan cuidado como los bailes o el decorado: vestido de pelo, capa roja a lo super héroe, modelito sado maso, o mi favorito: el bikini de cuero con bengalas incorporadas al pecho no superaron, sin embargo, al disfraz blanco que se nos colocó a mitad de gala al más puro estilo Reina Amidala (con corona retráctil incluida) con el que se pegó una buena castaña en el escenario, aún no sabemos si real o fingida.
El vestido blanco que os decía
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Uno de los momentos culmen tras el bailoteo de manos de Telephone fue cuando Lady Gaga apareció sobre el escenario a oscuras cubierta con la bandera de España y nos recordó su primera visita a la capital en 2009. Fue en un bar gay e interpretó el espectáculo en 2 ocasiones para que todo el mundo que hacía cola en la puerta del local pudiera escucharla. La chica se debe a su público. Tras la anécdota, uno de los mejores (y de mis favoritos) temazos casi acompañada sólo de piano con el que demuestra al presente que no es sólo trapitos y extravagancias, sino que tiene una voz de infarto: Speechless. Y ahí no queda la cosa, si pensábamos que ya iba a abandonar el piano con la canción lenta de turno va la Gaga y nos vuelve a sorprender cantando You and I (otra de mis favoritas y sólo interpretada en conciertos todavía) acompañada del piano, pero esta vez tocado con los pies. Lo dicho… como una regadera.
A pesar de lo que cuento, la locura no se ha desatado por completo aún, ni siquiera cuando la neoyorkina toca también la guitarra eléctrica de uno de sus músicos a patadas con una bota de punta infernal. Todavía queda que bajo la música de Show me your teeth y el lema de “I love you Miss Pequenios Monstruos” la artista empiece a pegar alaridos, patalear, llorar y soltar tacos en unos minutos que vuelven más locos si cabe a los fans más acérrimos y dejan patidifuso a más de uno (entre las que me incluyo, por mucho que la adore).
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Menos mal que lo arregla cantando Alejandro (mira que me encanta esta canción), y Poker Face. Echando una mirada al público nos damos cuenta de que estamos sumergidas en la más tremenda de las apoteosis… el espectáculo visual y acústico (suena Paparazzi mientras el enorme monstruo de la fama que corona el escenario devora a la cantante) nos han convertido a todos en los little monsters que Gaga quería. Somos una panda de conversos… y nos sentimos orgullosos de ello.
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Para finalizar, el bis más esperado, Bad Romance… el éxtasis del público en este momento es máximo. Cuando suena el último acorde y los bailarines y la cantante se cogen de la mano al más puro estilo Broadway para despedirse, el aplauso y la ovación son ensordecedores. Varios minutos nos quedamos así, rendidos a la diva, aplaudiendo como descosidos como si nos fuera la vida en ello. Han sido 2 horas de ópera pop rock que no han podido dejar indiferente a nadie…
Mención especial merecen algunos fans, caracterizados de manera tan original como increíble: desde las Gagas más clásicas, hasta los espontáneos con lechugas en la cabeza, rulos hechos de latas de cerveza o gafas de cigarrillos. Una audiencia… variopinta, cuanto menos, como la misma interprete. Tiene que haber gente pató, y nosotros no la querríamos de otra manera.
Os dejo con algunas imágenes tomadas prestadas de El Imparcial y otras fuentes* de los modelitos de Lady Gaga.
¿Veis lo que os digo?
El vestido cohete es, sin duda, mi favorito...
*Búsqueda en Google Images
Comentarios
Por lo que veo estuvo genial!
Besos