Fundido a negro

Con la perspectiva que dan “unos días después” me atrevo a escribir estas palabras sobre lo que fue #ELAPAGÓN. 

 Y es que … ¡Vaya día el del lunes, eh! Menudo comienzo de semana. Sin duda, el apagón del 28 de abril de 2025 será algo que los españoles no olvidaremos fácilmente, especialmente los que lo vivieron de una manera más dramática. En mi caso, fue una cosa bastante light, la verdad… más allá de la incomodidad de no tener electricidad durante casi 12 horas, toda mi familia estaba en casa, y no tuve que preocuparme por dónde estaban.

Del comienzo, me enteré de la manera más casual. Estaba teletrabajando en casa, y se fue la luz y el internet. Siendo las 12 y media de la mañana, era raro, pero tampoco una tragedia. Un corte más de esos que se dan de vez en cuando. Todavía tenía batería en el portátil, y el móvil de empresa (de Vodafone), tenía red, así que, me apañé como pude. Pero cuando una de mis compis en el País vasco me dijo que ella estaba igual, empecé a mosquearme. De repente, nos encontramos en medio de una película de ciencia ficción, pero sin los efectos especiales.

Por suerte, en casa se escucha la radio, y se hace al modo tradicional, con transistor a pilas. Mi madre es una fan incondicional de este medio, y gracias a esta pasión, estuvimos informados durante todo el día. Por el pinganillo, y con la poca conexión a internet que me llegaba, íbamos tirando. Cuando me quedé sin batería y conexión, aproveché para ponerme a leer… tengo mucha suerte de tener hobbies analógicos para situaciones como éstas.

Mientras, la cosa fuera se iba poniendo cada vez peor: Las calles se llenaron de gente caminando (porque el Metro y los trenes de Cercanías dejaron de funcionar, dejando a muchísima gente tirada en medio de los trayectos), escuchábamos que los autobuses iban a reventar y los atascos eran monumentales, en parte porque todos querían regresar a sus casas, en parte por el caos producido por los semáforos apagados. Los hospitales funcionaban con generadores, pero las consultas no urgentes se suspendieron y las recetas se hacían a mano. Había gente atrapada en ascensores que tuvo que esperar pacientemente a que los bomberos llegaran al rescate…

Menos mal que al menos, los interlocutores de la radio (que iban llegando a su trabajo como podían), iban narrando que a pesar del caos, la gente estaba siendo bastante cívica… no me quiero imaginar lo que esto hubiera sido en invierno y por la tarde, ya sin luz.

Pero supongo que el sentimiento más compartido entre todos, los que estábamos en casa y los que trataban de llegar, era la sensación de indefensión y vulnerabilidad. Sin electricidad, creo que todos nos hemos dado cuenta de lo dependientes que somos de la tecnología. ¿Quién no miró asustado a su móvil al comprobar que 1) no le servía para comunicarse y 2) puede que no tuviera batería suficiente para aguantar?

La falta de información no ayudaba en nada. Aunque pocos eran los que tenían internet, los memes volaron (si algo nos caracteriza a los españoles, es la capacidad que tenemos de hacer humor en cualquier situación). Pero la verdad es que nadie sabía con certeza qué había pasado, y eso solo aumentaba la ansiedad. Poco supimos por parte del Gobierno hasta 5 horas después del desastre (salvo por honrosas excepciones locales), pero mientras tanto, nosotros seguíamos en la oscuridad, tanto literal como figurativamente. En más de una ocasión me planteé la indefensión al ver que desde el Gobierno Central parece que no hay nadie al volante…

A medida que avanzaba la tarde, el suministro eléctrico comenzó a restablecerse poco a poco. A mi casa no llegó hasta la media noche, internet, un poco antes. Aún el martes la cosa no tiraba bien del todo, y negocios, colegios y otras instituciones, aún seguían afectadas. De toda esa gente a la que pilló viajando, ni hablamos. Menos mal que aún hay personas con corazón que se acercaron a socorrerlos y darles mantas y comida, porque el caos en las estaciones era brutal…

En fin,que el apagón del lunes creo que nos dejó muchas lecciones. Al menos, eso quiero pensar… me ocurrió lo mismo con la pandemia, y a veces pienso que no aprendimos nada de todo aquello. Lo que está claro es que nos mostró lo vulnerables que somos y lo importante que es estar preparados para lo inesperado. Pero también nos recordó la importancia de la solidaridad y la calma en momentos de crisis. Porque al final del día, lo que realmente importa es cómo nos apoyamos unos a otros cuando las cosas se ponen difíciles. 




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