#ChezAgnesWritings: Árbol de Navidad
Cada año nos aventuramos a montar el árbol un poquito antes. Aunque la tradición marca como fecha oficial el puente de diciembre, lo cierto es que en casa estamos adelantando al fin de semana anterior, normalmente entusiasmadas con las últimas compras.
Levantar el árbol es tarea fácil, incluso con su prodigiosa altura. Tardamos en encontrar el modelo perfecto: estrecho, denso alto, pero vaya si ha merecido la pena.
Los adornos vuelan a sus ramas de arriba hacia abajo, tintineando al chocar en su suave balanceo. Las bolas chiquititas de la cumbre van abriendo paso a adornos de mayor tamaño e infinitas formas: verduras y frutas, zapatos, aves y dulces, y cómo no, clásicas bolas. Vienen de todas partes y en variados colores, y algunas incluso han viajado décadas hasta las ramas de las que cuelgan hoy. Son algunas de mis favoritas.
Este año como novedad, las "personalidades" se mudan del árbol a unas ramas en otro punto del salón. Sus fiestas alborotaban al resto, y no lucían todo lo que nos gustaría.
El remate final, una vez coronado el árbol con la picota, es el fru fru del cabello de ángel con el que rociamos las ramas de luz plateada. La diferencia que aporta al árbol es abismal. Es como vestirlo de magia, sobre todo cuando se apagan las luces y sólo quedan las luciérnagas entre las ramas. Entonces, el brillo se multiplica, y lo hacer relucir desde dentro.
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