¡Hasta nunca 2020!
Prometías, y mucho además. Sin embargo, quisiste hacer honor a la creencia popular de que los pares son años malos... y vaya que si lo has cumplido.
Te has llevado a familia, a amigos... nuestra espontaneidad y los abrazos. Las sonrisas libres y visibles, que ahora nos obligas a ocultar bajo las mascarillas. Nos has quitado de celebrar y compartir, con lo de juntarnos que somos en España... nos has quitado hasta el cafelito de la oficina entre compañeros.
Nos has quitado los viajes, la ilusión de preparar la maleta. Los conciertos, las ferias... los bailes agarraos.
¿Te parece bonito?
Y sin embargo, y porque hace mucho tiempo que decidí buscarme formas de ser más positiva (aunque eso no te redima de los 300 y pico días de pandemia que nos has dado), también me has traído cosas buenas, por las que estar agradecida:
Mi familia y amigos, a los que has tratado bastante bien.
Los aperitivos virtuales, que aunque no sean igual que abrazar a los amigos, sí que fueron divertidos.
Un torrente de canciones fantásticas, que tendremos que esperar al 2021 para escuchar en directo (una - otra - ilusión más por mirar hacia el futuro)
Ratos de lectura y desconexión, de silencio en casa... ratos que nos han permitido reconciliarnos con nosotros mismos y (casi siempre), con aquellos con los que compartimos techo.
Aprender a disfrutar de los placeres y las cosas sencillas.
Aprender a que no podemos dar nada por sentado, a que la vida es un ratico, y que hay que exprimirlo al máximo.
Fuerza, y resiliencia a raudales... nunca nos creímos tan fuertes, nunca se nos puso tanto a prueba, y aquí estamos, un año más, pudiendo mirarte a los ojos y diciéndote adiós con el semblante serio, el corazón partío y el cansancio de 300 días de malas noticias.
Y ahora ya... vete, y no vuelvas. Deja hueco al 2021... que viene con la certeza de que lo recibimos con los brazos abiertos.
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