Recomendaciones de Agnes: El Perro y la Galleta
El otro día fui con mi abuela a comer a El Perro y la Galleta, aprovechando que en agosto da gusto comer por ahí en Madrid, ya las reservas no se complican y hay sitio en todas partes. Tenía muchas ganas de ir por dos motivos: 1. Paso bastantes veces por delante y me llamó la tención el sitio, sobre todo porque dejan entrar a los perros buenos, y eso es un plus; y 2. Había escuchado buenas cosas sobre ellos.
No me decepcionó para nada, más bien todo lo contrario.
Para empezar, la decoración es muy divertida. La entrada tiene mucha luz gracias a las ventanas de suelo a techo y tiene un ambiente algo más desenfadado con una mesa corrida y otras más pequeñas de aspecto rústico. Un banco de obra cubierto de cojines en tela de saco se ve al fondo a la derecha, y tiene un ambiente muy acogedor con los cuadros (todos perrunos) y los trofeos de caza (de perros también).
¿Vamos con la comida?
De bienvenida ofrecen a los comensales una bandeja de sushi, no sé si de salmón o caballa, pero a una pieza por cabeza, lo cual está bastante bien para ir abriendo boca.
La carta no es muy larga, pero es bastante completa, hay platos para todos los gustos. Confieso que a mí me fue difícil quedarme con uno, porque todos tenían bastante buena pinta, no sólo en la carta, sino los de las mesas colindantes.
Nosotras pedimos de aperitivo las berenjenas, y aunque no estaban crujientes como yo pensaba, me gustaron mucho el sabor y la presentación.
De platos principales pedimos la merluza con falso risotto y yo el steak tartar... ¡¡qué exito!! la presentación fue exquisita... con flores comestibles y todo. Me encantaron los helados con que acompañaron a mi plato, uno de parmesano y el de mostaza antigua... ¡qué sorpresa más grata!
No podíamos salir de allí sin probar los postres, todos a base de galletas Fontaneda (ya que el dueño está ligado a la marca). Mientras mi abuela pidió la tarta de mamá, yo me incliné por mi tan preciada tarta de zanahoria.... menudo espectáculo.
La de mamá estaba bien en su vasito, pero ¿la mía? espectacular. La cobertura de queso con las grosellas y el helado de galleta iban a la perfección con la solidez de la tarta... de las mejorcitas que he probado (y ya sabéis lo exigente que soy yo con esta tarta).
El servicio también es muy bueno... aunque a veces sea algo lento (los postres tardaron un poco) los camareros modernillos (con piercings y barba al más puro estilo el chico moño del anuncio de Trivago que dejaron a mi abuela loca) fueron encantadores y nos supieron recomendar en todo momento. Cuando le dije al nuestro mi elección para el postre, su cara me vaticinó que sería una buena elección, como así resultó siendo.
Así pues, una grata sorpresa y una buena recomendación. Yo seguro que vuelvo.
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