A la orilla de un buen libro...

Compro un libro por impulso en el mercadillo de los sábados. Desde que volví de China, se me antoja difícil comprar en estas aglomeraciones de puestos de los que antes disfrutaba tanto. Saber como sé que no podré divertirme regateando y conseguir un buen precio me tiran para atrás. Pero el puesto de libros en la lengua de Shakespeare de pronto llama mi atención, y acabo picando. Un vicio como el que yo tengo con la lectura no es barato, mucho menos en lengua extranjera, y detesto tener que esperar a que lleguen mis pedidos de Amazon. Yo soy de las que me gusta tener las cosas que compro, y tenerlas ya.

Un par de horas más tarde estoy sentada a la orilla del mar leyendo las ajadas páginas de mi impulsiva compra. Ojeando sus amarillentas hojas me pregunto qué historias más allá de sus frases habrá vivido este manuscrito. Es de segunda mano, y sus blandas y aviejadas páginas sufren un nuevo ataque en forma de saladas salpicaduras provocadas por un niño corredor. Me atrapan sus dos primeras páginas. Me sorprenden las siguientes. Siempre me choca el reconocerme entre las palabras de los autores. ¿Me atreveré algún día a escribir en serio?
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