Yo de mayor quiero ser...
Como mi hermano, maldita sea... viviendo a cuerpo de rey y sin preocupaciones. None whatsoever.
Y es que, cada viaje a Marbella me confirma la siguiente teoría: Que mi hermano pequeño más parece un personaje salido de la serie Dirty Sexy Money, que un jovencito de 20 años de casi 2 metros de altura y masa muscular más que suficiente para cargar sus bultos de casa al coche.
¿Que por qué digo esto? pues muy secillo: porque esta mañana, desde que se ha levantado a eso de las 10 de la mañana hasta que nos hemos montado en el coche un par de horas después, toda su actividad física ha consistido en bajar las escaleras, atravesar la distancia que separaba la casa del coche, y montarse en este último, como si se tratara del último UpperEastSider de la colección. Sólo le ha faltado que en vez de esperarlo los demás montados en el coche familiar hubiera estado esperándolo una limusina de vidrios tintados y el chófer de turno. Y encima ha tenido la desfachatez de meterse conmigo, que me he pasado las horas en cuestión bajando los susodichos bultos... como el botones de la historia, pero sin propina ni uniforme de dorados botones.
En fin... que la vida es injusta, ya lo sé, ya lo sé. Pero una ha de tener derecho a quejarse, pardiez.
Peor han sido las 9 horas de viaje que nos hemos chupado... con mi amada progenitora amenazando con jugar a las palabras encadenadas a mitad de camino.
Y es que, cada viaje a Marbella me confirma la siguiente teoría: Que mi hermano pequeño más parece un personaje salido de la serie Dirty Sexy Money, que un jovencito de 20 años de casi 2 metros de altura y masa muscular más que suficiente para cargar sus bultos de casa al coche.
¿Que por qué digo esto? pues muy secillo: porque esta mañana, desde que se ha levantado a eso de las 10 de la mañana hasta que nos hemos montado en el coche un par de horas después, toda su actividad física ha consistido en bajar las escaleras, atravesar la distancia que separaba la casa del coche, y montarse en este último, como si se tratara del último UpperEastSider de la colección. Sólo le ha faltado que en vez de esperarlo los demás montados en el coche familiar hubiera estado esperándolo una limusina de vidrios tintados y el chófer de turno. Y encima ha tenido la desfachatez de meterse conmigo, que me he pasado las horas en cuestión bajando los susodichos bultos... como el botones de la historia, pero sin propina ni uniforme de dorados botones.
En fin... que la vida es injusta, ya lo sé, ya lo sé. Pero una ha de tener derecho a quejarse, pardiez.
Peor han sido las 9 horas de viaje que nos hemos chupado... con mi amada progenitora amenazando con jugar a las palabras encadenadas a mitad de camino.
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