Con las manos en la masa...

A pesar de que estoy madurando cual melocotón e inmersa en el apasionante mundo del estudio, este finde me he dado un pequeñísimo respiro para tomar aire, y empezar de nuevo mañana la semana con buen pie. Que tampoco pasa nada.

Aprovechando que mis papis están fuera y que a mi hermano no es que le vea poco, sino más bien poquísimo por casa, el viernes me dediqué a uno de mis placeres favoritos (y del que no puedo disfrutar tanto como quisiera), la cocina. Ser de la generqción pluscuamperfecta es lo que tiene, que también sabemos cocinar. Hice dos platillos… Por la mañana, y aprovechando las insignes enseñanzas de la Señálola de este verano, me animé e hice una tortillita de patatas. Al principio la iba a hacer Loli (nuestra peculiar Sonso, aunque gallega y sin peluca), pero, como me acordé que ya no vivía en el mar de la ignorancia a este respecto, me animé y la hice yo. ¡¡Qué cosa más rica, oyes!! (y que conste que no lo digo yo sólo, que la peña que vino el sábado a cenar corroboró el tema). Jugosita y, aunque algo sosa, muy, muy buena. Mi querido Alvarito, aunque no haya hecho que tiemble el Misterio, estaría orgulloso, seguro (te he guardado un trocito, nene, para que si ves fallos te animes y me ayudes a perfeccionar). Para muestra un botón:


El segundo de los platillos que me animé a preparar, fueron mis archiconocidas cookies. Archiconocidas porque no hay día fin de semana que me quede sola en que no las haga, con el consecuente perfeccionamiento de la receta. Hice un porrillo de ellas. Más buenas… no hay nada como tenerlas para cenárselas con un tazón de leche fresquita. Uno de esos deliciosos placeres cotidianos….


Al, no te preocupes, cielete… también te he hecho unas poquitas a ti.


Pero… más cosas. Ayer vino la chupipandi a cenar. Oficialmente (para mi mami, quiero decir) éramos 6. Extraoficialmente diré que al final nos juntamos 9… y tan felices todos. Yo creo que lo pasamos muy bien. Tenía ganas de ver a los chicos. Y como encima trajeron mis regalitos de cumpleaños, pues como que mucho mejor. Cayeron: un bolso (de marca tía, ossseaaaa, de la que te come el cocodrilo), una figurina de un hada de la suerte, una taza del osito Paddington venida de tierras británicas y el sari que el Ingeniero me tenía prometido (rojo con el ribete dorado, precioso… gracias nene, por haberte acordado). Muy bien, vamos. He de reconocer que una servidora anduvo durante algún rato algo achispada… cosa que cambió de manera radical cuando me di cuenta y decidí mojar el lambrusco en galletitas saladas. Oye… y mira que resultó.

Antes, aproveché para quedar un poquito con Belle, que nos teníamos mutuamente abandonadas… y fenomenal, como siempre.

Espero que lo pasarais bien, chicos. Fue un placer teneros en casa.

Comentarios

Natillitas ha dicho que…
Me alegro de que lo pasaseis bien ;)
Anónimo ha dicho que…
Gracias por las galletas que me enviaste, Aggie.

Eres un solete.

Besos desde Bulevar21 y suerte con la reválida.

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