Recapitulando...

So… finally se acabaron. Las prácticas, quiero decir.

E incluso lo hicieron media hora antes. Porque, sinceramente, what’s the point de quedarse en la empresa cuando no hay NADA, nada que hacer? Exacto, ninguno
.

Así que, ni corta ni perezosa y atraída por la extremadamente poderosa fuerza del shopping, me adentré en uno de mis templos de la moda favoritos (sobre todo porque nadie lo considera – el secreto es la mezcla) y.. ¡sorpresa! Me compré una camisa. LA ví allí, en el perchero, y no pude resistirme. Negra, transparente, de manga corta y con chorreritas. Con un pantalón negro, mis nuevos zapatos y un rouge lipstick, just about perfect.

And… on to other things.
Beaíta, la fea, tiene un calentón que no veías. Figuraos que el viernes paró el ascensor, se desabrochó un botón de la camisa (cuando la vi casi me da un pataflús de la risa), y le pegó un morreo a Al que lo dejó en el sitio, no sin antes darle un agarrón en el culete. ¡¡Qué tía!!

Pero eso, viernes tranquilito.

¿Y sábado? Sábado hasta las 12 durmiendo – había que recuperar sueño – y después tranquildad, tranquilidad, que es lo único que me apetecía hacer este fin de semana. Esperaba, empero, que PPerra diera señales de vida en cuanto a la hora en que empezaba a recibir en su casa para una apasionante jornada de Sing Star, largamente prometida. La noche fue un éxito: fútbol, risas y mucho desafine del bueno… he de reconocer que me gustó tanto que la Sonso y yo acabamos por agenciarnos un micro y nos resistimos a entregarlo. Resultó que en vez de volver a la 1, como estaba inicialmente planeado pues Belle tenía que volverse a tierras mañas esta tarde, yo entraba por el portal de mi casa a las 4.

Incluso me solté la coleta un poco… pero esa es historia para otro post… o quizás no. Ja.

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