Sol y baúles llenos de recuerdos...
No sé qué tienen las mañanas soleadas y frías como ésta que me ponen de un excelente humor… pero el hecho es que lo hacen. Hoy he tenido el privilegio de disfrutar de una de estas mañanas pues me he venido caminando de la universidad, a la que he ido por el simple hecho de que necesitaba unos apuntes y no pienso dejarme ver mucho por ahí la semana que viene.
Total, que venía tan feliz por la calle, con mi abrigo y el sol dándome en la cara y mi particular banda sonora (mi último musiququi es fabuloso), que no he sentido siquiera la necesidad de entrar en las diferentes tiendas con las que me he topado. Eso sí, excepción de rigor ha sido el Vips, más que nada porque el Telva (que a mi madre le chifla y a mí me gusta hojear) ya está a la venta y regalan un cuerpo ideal de la muerte con la Marie Claire…
Supongo que he disfrutado tanto el paseo porque ha sido mi último aliento de libertad pre-estudio intensivo. Largas jornadas me esperan de ahora en delante de estudio, ineludibles, además, si pretendo licenciarme este año y sacar provecho a las fantásticas notas de práctica que tengo en algunas asignaturas…
Y supongo que también lo he disfrutado porque venía recreándome en la imagen de un chico que me encanta del B que no es que sea guapo, pero que me encana en cualquier caso y que hoy venía guapísimo con sus gafas y sus bucles dorados... estoy empezando a darme cuenta de que sigo un patrón muy marcado de tíos, sin que ello sea sinónimo de éxito, sino más bien lo contrario...
Pero bueno, a otra cosa, mariposa.
Revolver en baúles antiguos es una cosa que me chifla, porque nunca sabes lo que te vas a encontrar, es, simplemente, un hobbie deliciosamente fantástico. Abrir baúles es como un pasaporte a los recuerdos: fotos, monedas y billetes antiguos, cacharros varios… siempre he soñado con poder tener una casa un desván destartalado y lleno de trastos viejos llenos de historias que se mueren por contar.
Total, que ayer, sin ir más lejos, heredé de pronto un par de cosas de la época de juventud de mi madre fabulosas y absolutamente inn… un collar de cuentas azules y de plata y un anillo precioso hecho a partir de un botón de charro que hoy mismo he tenido que estrenar. Ésta es una de las cosas que me caracterizan… cuando compro algo, o encuentro una cosa que hace siglos no veía, tengo la imperiosa necesidad de ponérmelo, sino inmediatamente, al día siguiente…
Otra de las cosas que he recuperado ha sido un collar que llevaba buscando siglos, sobre todo porque la pulsera que lo acompañaba descansa sobre mi cadena de música y me recuerda cada día la ausencia de su pareja. El colar en cuestión está hecho de madera de ébano con las bolas en degradé y tiene su historia. Mi amiga Zealah me lo trajo de Kenia… tierra lejana e intrigante que la vio nacer y le dio un nombre tan curioso. Éste, del lunes no pasa… jajajajajaja.
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