Colichichi
Bueno, bueno, bueno ¿qué queréis que os diga? Un estrés de día… y lo peor es que no sé muy bien exactamente por qué, simplemente ha sido así, rápido.
He de decir, lo primero, que Pantène queda desde este mismo instante eximida de su culpa chocolatera, pues hoy ha tenido a bien compartir con nosotras unos deliciosos bombones… una cosa deliciosa, para que os voy a contar.
Tengo que quedarme a comer el lunes en la facultad (cosa que no me hace pizca de gracia) para hacer la dichosa presentación de la apasionante asignatura de psicología social. Sí, la misma donde reniego de mi grupo salvo por dos excepciones (sólo una de ellas honrosa, jajajaja) y donde hago cosas tan interesantes como mirar juegos visuales (como el archiconocido juego de la joven y la vieja, o el de la copa y las dos caras), o lo que es lo mismo, perder el tiempo soberanamente, muy a mi pesar. El caso es que me ha tocado exponer el tema de la discriminación sexual. La PPerra, que forma parte de mi grupúsculo, mencionó ayer que podríamos hablar de la discriminación en los cuentos, los de toda la vida, y aunque la idea no me parece mala (es más, la apoyé) he de decir que yo no sé hasta qué punto existe tal discriminación.
Veréis, voy a explicarme. Todos sabemos que los cuentos de toda la vida fueron creados (por decirlo de alguna manera) en el año de Maricastaña. Como parte de la sabiduría popular que son, encierran en sí historias y situaciones que buscan una enseñanza en su público, es decir, trasladaban la realidad a una ficción imaginativa. Es por ello que no debería ser feministizable (vamos, que las feministas no deberían montar en cólera) el hecho de que Blancanieves limpiara y cocinara para 7 (pues como bien ha dicho Belle, nunca fue invitada) o que las princesas anden siempre buscando a su príncipe, por poner sólo un par de ejemplos. Todas somos muy defensoras de nuestros derechos y nos quejamos por las injusticias a las que nos vemos sometidas, pero a la hora de la verdad, a todas nos gusta que el chico invite, que no cedan el paso y un muy largo etcétera. ¿No estamos siendo un pelín incongruentes? A mí, particularmente, no me parece que la discriminación en el mundo laboral sea tan exagerada… puede que algo haya, y estoy muy segura de que en algunas ocasiones las chicas lo tenemos más difícil, no por nada, sino porque hasta muy recientemente el hombre gobernaba el mundo. Pero cada vez más esta situación se está diluyendo, por lo que al mismo tiempo esas diferencias antes tan acusadas también siguen el mismo camino, por lo que no conviene ser exagerado.
Así pues… no sé qué será de la exposición. Ya os contaré qué pasa.
Más cosas… Jesús Vázquez se ha casado y yo no dejo de decirme a mi misma: ¡qué pena de hombre! Las chicas sobre todo, no me digáis que no es una opinión bastante generalizada entre el mundo heterosexual femenino…
Más cosas… he salido a la pizarra en contabilidad y, sorprendentemente (pues la contabilidad nunca ha sido mi fuerte, en ninguno de sus ámbitos) tenía bien hecho el supuesto… no es nada del otro viernes, yo lo sé, pero me auto doy una palmadita en la espalda, pues esto me anima a seguirlo intentando con cosillas más complicadas… ¡adelante mi valiente! (Dios mío… qué mal estoy… jajajajaaj)
Hemos aprendido un nuevo vocablo del siempre ocurrente Monsieur Richelieu… COLICHICHI. Surprisingly enough, no se trata de una invención de este personaje, si no que el vocablo existe. Para que luego no podáis ir diciendo por ahí que lecturas como las de mi blog no os aportan nada, he decidido poneros aquí lo que es. Se trata de un neologismo generacional que significa “Aquél que realiza un trabajo a la sombra de otra persona, de tal manera que esta segunda asume el mérito y el beneficio; pero la primera sólo se queda el fracaso, habiendo realizado todo el trabajo”. Yo había hecho mi propia interpretación de la palabra, mucho más verde, todo hay que decirlo, algo así como un vocablo que definiera a gente como Deborah Ombres… pero no seré más explícita, jajajajaja.
He de decir, lo primero, que Pantène queda desde este mismo instante eximida de su culpa chocolatera, pues hoy ha tenido a bien compartir con nosotras unos deliciosos bombones… una cosa deliciosa, para que os voy a contar.
Tengo que quedarme a comer el lunes en la facultad (cosa que no me hace pizca de gracia) para hacer la dichosa presentación de la apasionante asignatura de psicología social. Sí, la misma donde reniego de mi grupo salvo por dos excepciones (sólo una de ellas honrosa, jajajaja) y donde hago cosas tan interesantes como mirar juegos visuales (como el archiconocido juego de la joven y la vieja, o el de la copa y las dos caras), o lo que es lo mismo, perder el tiempo soberanamente, muy a mi pesar. El caso es que me ha tocado exponer el tema de la discriminación sexual. La PPerra, que forma parte de mi grupúsculo, mencionó ayer que podríamos hablar de la discriminación en los cuentos, los de toda la vida, y aunque la idea no me parece mala (es más, la apoyé) he de decir que yo no sé hasta qué punto existe tal discriminación.
Veréis, voy a explicarme. Todos sabemos que los cuentos de toda la vida fueron creados (por decirlo de alguna manera) en el año de Maricastaña. Como parte de la sabiduría popular que son, encierran en sí historias y situaciones que buscan una enseñanza en su público, es decir, trasladaban la realidad a una ficción imaginativa. Es por ello que no debería ser feministizable (vamos, que las feministas no deberían montar en cólera) el hecho de que Blancanieves limpiara y cocinara para 7 (pues como bien ha dicho Belle, nunca fue invitada) o que las princesas anden siempre buscando a su príncipe, por poner sólo un par de ejemplos. Todas somos muy defensoras de nuestros derechos y nos quejamos por las injusticias a las que nos vemos sometidas, pero a la hora de la verdad, a todas nos gusta que el chico invite, que no cedan el paso y un muy largo etcétera. ¿No estamos siendo un pelín incongruentes? A mí, particularmente, no me parece que la discriminación en el mundo laboral sea tan exagerada… puede que algo haya, y estoy muy segura de que en algunas ocasiones las chicas lo tenemos más difícil, no por nada, sino porque hasta muy recientemente el hombre gobernaba el mundo. Pero cada vez más esta situación se está diluyendo, por lo que al mismo tiempo esas diferencias antes tan acusadas también siguen el mismo camino, por lo que no conviene ser exagerado.
Así pues… no sé qué será de la exposición. Ya os contaré qué pasa.
Más cosas… Jesús Vázquez se ha casado y yo no dejo de decirme a mi misma: ¡qué pena de hombre! Las chicas sobre todo, no me digáis que no es una opinión bastante generalizada entre el mundo heterosexual femenino…
Más cosas… he salido a la pizarra en contabilidad y, sorprendentemente (pues la contabilidad nunca ha sido mi fuerte, en ninguno de sus ámbitos) tenía bien hecho el supuesto… no es nada del otro viernes, yo lo sé, pero me auto doy una palmadita en la espalda, pues esto me anima a seguirlo intentando con cosillas más complicadas… ¡adelante mi valiente! (Dios mío… qué mal estoy… jajajajaaj)
Hemos aprendido un nuevo vocablo del siempre ocurrente Monsieur Richelieu… COLICHICHI. Surprisingly enough, no se trata de una invención de este personaje, si no que el vocablo existe. Para que luego no podáis ir diciendo por ahí que lecturas como las de mi blog no os aportan nada, he decidido poneros aquí lo que es. Se trata de un neologismo generacional que significa “Aquél que realiza un trabajo a la sombra de otra persona, de tal manera que esta segunda asume el mérito y el beneficio; pero la primera sólo se queda el fracaso, habiendo realizado todo el trabajo”. Yo había hecho mi propia interpretación de la palabra, mucho más verde, todo hay que decirlo, algo así como un vocablo que definiera a gente como Deborah Ombres… pero no seré más explícita, jajajajaja.
Ser buenos todos, y pasar un buen fin de semana. ¡Besitos!
Comentarios