Jornadas comerciales...

My goodness qué duro va a ser esto de simultanear, por mucho que como bien decía La Burgalesa, a nosotros, los que hacíamos empresariales e ITM/CAF, la vida nos sabe a poco si no simultaneamos… el trabajo es far more tiring than university, I can tell you that. Belle discovered it last year, I do it this. Y bueno, a lo que iba… que cuando llego a casa toy muerta…

Ayer fue el segundo día de clases, lo que significa más presentaciones. Mi tutor de prácticas y profesor de distribución me gusta bastante poquito, no porque no sepa, que parece que sí, sino porque me crispa que me traten como a una niña a estas alturas de la vida. Puede que jugando se aprenda, pero no más allá de los 10. A los twentysomething el juego en clase es sinónimo de cachondeo y hora libre, y que me vayan a castigar mis propios compañeros a hacer pruebas absurdas referentes a las prácticas (comerme un potito, cantar con el micrófono de clase, hacer sentadillas…) se me antoja absurdo, inútil e insultante. Ahí queda dicho.

Más cosas del segundo día de clase: me reitero en la necesidad de que me convaliden la asignatura internacional. Pero ya. Si no, me veo poniéndome al día en el metro con las lecturas y mil y dos cosas que hay que hacer cada semana.

Esta mañana, breve incursión en el trabajo, suficiente para que me enmarronen pero bien (es lo que tiene ser eficiente), porque tenía que asistir a unas Jornadas de Comercio Exterior en la Cámara de Comercio de Madrid; así que, a las 11 he cerrado el chiringuito, no sin antes pasarme por correos a hacer unos recados both laborales y personales. La broma personal, enviar 6 postales, me ha costado 5€. Es lo que tiene tener amigos desperdigados a lo largo y ancho del planeta, que mandar unas cuentas postales se te pone en un pico. Con todo y con eso, lucha con la máquina dispensadora de sellos incluida, prueba superada.

Como os decía, esta mañana he “acortado” mi jornada laboral a favor de unas Jornadas de Comercio Exterior en la Cámara de la calle Huertas. Curioso, lo que cambia esta calle a la luz del día. Lugares y tiendas interesantes, como una en la que alquilan trajes de época y otros disfraces. Pero a lo que iba. La Cámara es un sitio precioso, con esa majestuosa escalera de mármol en la entrada, las pesadas cortinas y coloridos suelos, lustrosos y enormes espejos devolviéndote el reflejo entre elaborados muebles teñidos de dorado y tremendos techos de palacetes de no necesariamente mejores, pero sí más románticas épocas en Madrid. Me ha recordado al Palacio de Linares y a esa película de Meg Ryan en la que un vecino fabrica una máquina del tiempo que la transporta a una fiesta del XIX, o a esa otra peli, Vanity Fair. Fabuloso, aunque me ha hecho sentirme como una intrusa con mis vaquerillos y el móvil en el bolso… el entorno pedía plumas, corsés, y pesadas y lujosas telas de ésas que hacen fru fru al moverse.

Cuando he llegado allí, en cualquier caso, me he sentido un tanto extraña. Desaparecida la impresión inicial ante tan majestuoso entorno, me he dado cuenta de que todos los allí presentes eran ejecutivos de varios rangos y, por ende, todos ellos trajeados. Un vistazo a los majestuosos espejos por el rabillo del ojo para encontrarme mi reflejo en vaqueros y mocasines (se suponía que era algo informal según mi jefa) me han hecho sentirme como una jirafa en una fiesta de gala… en el aperitivo posterior he localizado unas rastas y algún que otro par de vaqueros, pero ya iba camino de la salida y no han mejorado mi incomodidad anterior…

La charla, en sí, no demasiado apasionante. Más de lo que ya sabíamos… nada nuevo bajo el sol. Eso sí, me he vuelto con un merchandising de la Cámara bastante interesante que, sin embargo, y por haber llegado tarde a la jornada (también por orden de mi jefa), he tenido que meter en mi bolso con la finalización de la ponencia.

De camino a casa paseando por los bulevares de la discordia con la Baronesa Thyssen, he decidido que, dado mi buen humor, me iba a comer a casa sin pasarme por la universidad por la tarde, que la vida es muy bella como para malgastarla en la presentación de Métodos de Decisión.

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