Sábado, sabadete
Ayer tuve un día la mar de fantástico, en el amplio sentido de la palabra. Para empezar y como sabiáis todos, tenía examen, lo cual provocó que me levantara escandalosamente temprano para un sábado. Lo peor fue que en el momento en que yo me levantaba para ir a mi pequeña torura, mi hermano llegaba de juerga, de las fiestas de Majadahonda, y no pude más que maldecirle en voz baja de pura envidia… Total, que para la uni que me fui. En el trayecto hacia allí me crucé con varias parejas de novios comiéndose a besos que salían de los afterhours, y a un grupillo de locos bastante perjudicados por el alcohol que acabaron duchándose en la fuente de SanBer… a ellos también los maldecí. Mi llegada a la Universidad fue como la entrada en un cuento de terror. Después de atravesar el jol iluminado pareció que entraba en un mundo dejado de la mano de Dios (qué irónico, ¿no?) Tenéis que imaginaros el momento… el viejo edificio de la Universidad, c ubierto hasta media altura de azulejos de dibujo os...