Decisions, decisions...

Entre tanto ir y venir, con el cambio de año, las reflexiones de despedida al 2008 y con necesidad de ubicarme en mi propio mapa personal, reflexionaba sobre la naturaleza de las decisiones en la vida. Y es que, como ya sabéis los asiduos a estos lares, estoy viniendo a pensar últimamente que hay que dejarse llevar mucho más, y no empeñarse tanto en tomar una decisión. Tengo una naturaleza tendente a la obsesión, a querer saber qué va a pasar y cómo, para poder tomar la mejor decisión. Pero recientemente he descubierto que a veces es mejor retirarse, escuchar el viento pasar y esperar a que desde el sosiego de su observación él mismo te diga qué hacer, que para eso viaja raudo entre las corrientes.

Voy descubriendo que el secreto de las decisiones correctas está en la sabiduría de saber encontrar el equilibrio entre controlar tu destino y dejar que él te guíe, entre saber lo que quieres y descubrir lo que te conviene (como dice un conocido: te conviene - viene contigo). A veces esto último es lo más difícil de digerir, pero ¡ay! ¿No es ese precisamente el quid de la cuestión?

No puedo entonces evitar sonreír a la vida y guiñarle un ojo por las travesuras con las que me ha sorprendido y, espero, me seguirá sorprendiendo.
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