Pensamientos vagabundos, reflexiones de almohada...


Esta mañana, remoloneando en la cama, he pensado en las vueltas que da la vida. En lo que cambian las cosas de un día para otro, en lo rápido que pasa el tiempo y en lo curioso, en definitiva, que es.


El otro día recordaba a alguien con Belle… y esta mañana, como esos pensamientos vagabundos que a veces me persiguen, ha vuelto a darse un paseo por mi cabeza. Me invadieron los recuerdos, muchos buenos, pero algunos cuantos malos (malísimos) también. De lo triste que me sentí entonces… de lo sola. Porque la ilusión por las posibilidades (inexistentes, por otro lado, a pesar de que quisiera acallar a mi cabeza) era un sentimiento adictivo, maravilloso, sensacional. Pero ¡ay! Cuando se pinchaba la burbuja… Ahora, con la cabeza fría y el corazón en la mano, sigo sin entender muchas cosas, pero sin querer entenderlas tampoco.
Y luego, mis pensamientos siguieron vagabundeando por otras calles y rincones de mi mente. En una semana empiezo los exámenes, los últimos de mi etapa universitaria (espero), y me preocupa lo que se avecina, lo que será de mí mañana. Porque, como creo ya he dicho antes… después de New York, ¿qué? Eh… ¿qué? Pues por el momento… el vacío, y la incertidumbre también.



Antes de levantarme, se me pasó una idea por la cabeza. La de marcharme, volar lejos… perderme una temporada. Es una decisión que se mantiene oculta la mayor parte del tiempo, pero que ahí está, empero, y sube a la superficie de vez en cuando. Como hice en Copenhague, utilizaré New York de terapia. Pasearé por una ciudad nueva y apasionante y dejaré a mis pensamientos correr, libres… y pensaré seriamente en la posibilidad, si no encuentro oferta mejor, de marcharme al extranjero a trabajar. Necesito un cambio de aires…

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