Una visita a las colonias con La Jefa


De  La Jefa había escuchado o cosas muy buenas, o todo lo contrario; y ambas opiniones se vivieron en mi mesa cuando comimos allí hace algunos fines de semana.

Situado en pleno centro de Madrid, en una calle que da a la Puerta de Alcalá, se encuentra este local que es más de lo que parece, pues tras un hall apto para meriendas y afterworks con barra, uno descubre un salón más amplio y otro piso en la parte inferior.


¿Cómo es el sitio?

Como suele ser habitual últimamente, la decoración del local es muy chula, y algo ecléctica. Las paredes empapeladas de frutos tropicales se alternan con mesas rústicas, muebles de inspiración colonial y lámparas modernistas; así como con vajillas de barro de paltos poco habituales. En el piso de abajo, con aires más recogidos, acoge un chester de cuero marrón que junto con la chimenea, anima a un café calentito. ¡No os perdáis la ducha del baño contiguo! Sí… la ducha.


Pero vamos a lo que importa, que es la comida. Como su mobiliario, el menú de La Jefa ofrece platos que hacen de la inspiración colonial su bandera, y que ellos definen como una fusión de sabores mediterráneo-latino-asiáticos (ahí es ná). Lo cierto es que hay veces que la carta necesita traducción simultánea, lo cual es bastante cansino si, como a nosotras, te toca un camarero de los nuevos que no se conoce la tarta.

¿Qué pedimos nosotras?

Para abrir boca, de aperitivo, pedimos Huevos Rotos La Jefa, huevos de cocción lenta con tempura de verduras y salsa romesco que te terminan en la mesa, como podéis ver en el vídeo. La verdad es que estaban muy ricos, porque las patatas no son patatas de las clásicas, y tenía un sabor muy especial.


De plato principal yo pedí el pato y nasigoreng (pensando que vendría deshuesado), que consiste en confit de pato glaseado sobre arroz jazmín frito con salsa indonesia. Al ver aparecer la patita del animal en el plato me entraron los mil males (detesto los huesos de ave), pero la realidad es que me encantó la mezcla agridulce de sabores.

Mi amiga arriesgó algo más y pidió pez mantequilla con tabulé, que se presenta como pescado adobado en especias y ají con tabulé de quinoa, que fue lo que no la convenció en absoluto. Lo cierto es que el plato no nos acabó de convencer a ninguna de las dos.


No probamos los postres, pero dicen que la tempura de trufas merece la pena. Lo que sí hice fue acompañar mi comida con sendas margaritas (buenisísimas y muy refrescantes)

Como conclusión...

Así pues… os diría que para probar está bien, pero lo evitaría si no os gustan las exotiqueces culinarias. A relación calidad precio está bien, pero tampoco para tirar cohetes.
Ellos dicen de sí mismos que son cocina colonial, sin horarios, abierto todos los días  y a todas horas, y si es cierto, merecen un punto extra. Hoy en día no todos los restaurantes pueden decir que siempre tienen la cocina abierta.


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