Clases, feas y bienvenidas...

Ayer vinieron mis “abuelos”, Valderrana y la Piluquilla a comer a casa, que como mi madre estaba (y está, aún, y hasta nueva orden) de vacances y llevaba tiempo con la idea rondándole la cabeza, pues parecía el mejor día.

Gracias a ello me fusilé una clase de métodos que se prometía arduamente aburrida. Como encima lo pasé fenomenal con la familia y comí de miedo, pues salí ganando en todos los aspectos…

Ahora que la Valderrama tiene conocimiento de éste mi blog, primero (parece ser) por mi padre y desde ayer por mi misma ya que me pidió la dirección, quiero darle la bienvenida. Ponte cómoda y, si quieres, comunica mi paradero, buenas gentes son siempre bienvenidas…
Seguimos con las visicitudes de Bea (único pico en mis días de encierro estudiantil) y, definitivamente, he decidido que adoro a Gonzalo. Es… malo no, peor, pero tiene una gracia el tío… es como el gurú de la revista: lo mismo sirve para aguantar las monas de los compañeros deprimidos que te monta un complot de amol para embaucar a la pobre Bea, ¡¡Qué ideas tiene el tío!! Es simplemente brillante.
Bueno, y ya cuando se descojona abiertamente del pobre Alvarito (que aunque pocos, my pocos, algún escrúpulo le queda) y pone esa sonrisa alocada y picaruela a lo Gato de Chesire (chicos, chicos, ya sabéis, el de Alicia en el País de las Maravillas, el moradito de las rallas capaz de volver loco al mismísimo sombrerero) yo es que no puedo del despichote. Y lo pocholo que nos viste siempre, con esos jerseys de cuello vuelto y las chaquetas de pana… un pincel que va hecho siempre.
Más cosas… la jefa ha vuelto, y pegando fuerte nada menos. La Andaluza y yo continuamente nos lanzamos miradas traviesas a escondidas. Pero ya se sabe, el vulgo unido jamás será vencido… por el momento ya hemos conseguido que nos cambien la dichosa silla de la discordia. De la discordia, porque es tan mala que la Andaluza y yo nos la turnamos para evitar serias lesiones de columna. Veréis… no sé exactamente cómo explicarlo, pero el tema es que es una de estas sillas de oficina pequeñas y sin apoya brazos que tiene el asiento caído hacia delante, lo que favorece no sabéis cómo que al menor descuido de la persona que en ella su culo asiente, te resbales para delante y te pegues la leche padre.
Y más cosas todavía… hoy he puesto a mi jefa de buen humor con una maniobra exceliana beyond brillante. Tan fantástica le ha parecido la idea que estoy pensando que si mañana sigue de buen humor le planteo lo de la semana de “vacaciones” antes de exámenes… el no ya le tengo, así que por intentarlo…
De todas formas pienso recortar mi horario pronto, que las clases son la mar de inútiles y más me rinde quedarme en casa. A las clases de Super Ratón, por desgracia, no puedo faltar que quita puntos el tío. Ayer, que la Barbie opositora y yo no las dábamos de listas e íbamos a marcharnos pronto (el teacher había juntado las exposiciones en la misma hora y ya habíamos cumplido entregando las fichotas de asistencia), vamos y nos enteramos de que el tío, durante los juegos, comprueba fichita con cara y anota quién se ha pirado. Así que nos quedamos. Gracias a eso mi grupo ganó en uno de los juegos un vaso de colacao u un paquete de madalenas… con esa rara habilidad de multitasking que tengo para escuchar y rajar a la vez (Barbie y yo no callamos en toda la hora), fui capaz, no sólo de mantener una intensa conversación, sino de responder correctamente a las preguntas del concurso… yo soy así.
¿Qué más, qué más? Uy, uy, uy!!! No he comentado el primer capítulo de House de la tercera temporada… madre mía qué emoción cuando lo vi correr por el parque, y lo que me reí con el uso que le está dando a su recién devuelta movilidad. Cuando dejó a Cameron en el pasillo para llegar cuasipatinando a la habitación de la rubia, casi me da algo de la risa. Lástima que no le vaya a durar pa siempre, al pobre…

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