Azulejos Lusitanos


Lo prometido es deuda… he aquí el relato de nuestro fantástico viaje.

Para empezar… un aplauso para lastminute.com (por
su eficiencia y rapidez en la gestión, además de una buena organización y servicio postventa) y para aerolíneas Portugalia. ¡Menudos pedazo de desayunos que servían en los vuelos! Con deciros que no comimos los dos días que volamos creo que os hacéis una idea: croissant, pan con mantequilla, fruta, zumo, té o café, yogur con fruta…. Ya os digo que una maravilla.

La verdad es que si nos sorprendió este hecho fue porque a priori, el avión no parecía muy seguro que digamos. Era, más o menos, como el avión de la Polly Pocket, liliputiense, debíamos ser como una veintena volando en aquel aparato. La mayoría eran ejecutivos agresivos (todos ellos armados de traje y portátil) así que el contraste con nosotras (en vaquerillos y en plan turista) era considerable. Pero ya digo que muy bien.

Bueno, más cosas. El primer día, y por esas casualidades de la vida que tanto desconciertan, de regreso al hotel nos topamos con un pequeño convento. Al entrar nos topamos con 2 señoras bastante mayores (aunque no ancianas) que eran algo así como las Pili y Mili portuguesas, unas mujeres graciosísimas que nos trataron divinamente y tuvieron a bien enseñarnos el convento. Eso sí, la visita fue en portugués, aunque hay que decir que se esforzaron mucho por hablar despacio y hacerse entender. Una de ellas (una señora que rezumba glamour por todos los poros de su piel y tremendísimamente elegante, algo así como Diane Keaton)
, que respondía al nombre de Teresa, nos contó que ella se había casado en Ávila (porque era muy devota de Santa Teresa de Ávila) con su ahora marido, en la catedral y con turistas por testigos y padrinos, con los que se había seguido escribiendo cartas… hay de todo en este mundo. Salimos de allí encantadas y con una postal que nos regalaron.

Al día siguiente decidimos coger un tour bus por la ciudad, por aquello de no dejarnos nada y que nos lo explicaran todo un poco. Pues bien, la guía que nos tocó era un tanto peculiar. Era algo así como una Teniente O’Neil lesbiana y gorda con una mala leche… veréis, a pesar de que terminaba todas sus frases en inglés con un “dear” y sonreía mucho, eso de que la gente hablara mientras ella explicaba no le gustaba nada. Una pareja incauta de alemanes hizo caso omiso a la advertencia, y acabaron por recibir dos broncas a grito pelado de la Teniente, y encima en alemán, que siempre parece que suena peor. Tenía asustada a casi la totalidad del peaje. Con nosotras en cambio, muy bien. Parece ser que por el hecho de ser las más jóvenes del lugar y mostrarnos interesadas por las visitas le gustó, y siempre estaba haciéndonos preguntas. La mujer hablaba bastante bien el francés, alemán e inglés (aunque hablaba tan deprisa para que le diera tiempo a todo, que era complicado entenderla) español también, pero las guías en español sólo se hacen en verano, así que tuvimos que amoldarnos.

En el tour visitamos un museo impresionante de carrozas reale
s (os he colgado una foto)... ¡qué maravilla! había algunas ciertamente espectaculares, incluso las de diario lo eran, con esas telas fantásticas, los dorados, cómo las adornaban... PPerra hbiera disfrutado de lo lindo viéndolas e imaginándose allí sentada, jajajajaja. No me extraña que los reyes impusieran, ¡con semejantes vehículos! una exposición ciertamente recomendable, ya os digo.

A lo largo de nuestra estancia vimos a gente de lo más peculiar, además de 2 locos (una en la Plaza del Comercio y otro en el Tranvía del Castelo) conocimos a Yeti Girl (una muchachita bastante entrada en carnes que no tenía reparo en lucir, a saber, microfalda-cinturón, camiseta ombliguera de tirantes y, eso sí, botas polares), la doble de espalda de Pantène, y una pareja de abuelillos alemanes la mar de entrañables: Froilain María y Fran Frederic. Ambos viajaban en el tranvía, pero ella estaba visiblemente más entusiasmada con el trayecto. Parecía de esas esposas siempre pendientes del marido, super enamorada y feliz y encantada de haberse conocido. Hacía una pareja muy graciosa.

Nos sorprendió mucho la cantidad de franceses que allí había… estaban por todas partes, como si Chirac hubiera abierto un paquete de Donetes en medio de la plaza del Marqués de Pombal…

¿Qué más cosas? Si no fuimos a escuchar Fado a la Alfama fue
porque el recepcionista cortito del hotel no supo aclararnos qué significaba lo de “zona confusa”, y preferimos no comprobarlo por nosotras mismas. Y hablando del hotel… ¿habéis visto El Jovencito Frankenstein? Si es así, entonces recordaréis a un personaje vestido de negro, bajito y jorobado con una mirada un tanto “confusa” también, algo así como bizco pero a lo bestia. Pues la señora de la limpieza era su hermana gemela. Ella también era bastante peculiar, siempre nos sonreía mucho y no paraba de decirnos “Bye, bye!!!” a Belle y a mí nos tenía tremendamente mosqueadas el tema. Aún así y todo, el hotel estaba fenomenal. Veneza, se llamaba, y estaba en la vía principal de Lisboa, la Avda. Liberdade, al lado de los hoteles güenorros.

Por desgracia para nosotras, no pudimos visitar el famoso Monasterio de Los Jerónimos por dentro, pues había una concentración mundial de religiosos (seglares y no) que estaban montando un sarao por toda Lisboa de aquí te espero. El sábado por la noche incluso hicieron procesión ¡y eso que jarreaba! (el resto de los días nos hizo un tiempo magnífico, lo veréis en la foto de la Torre de Belem) ellos también estaban por todas partes, con sus bufandas todas iguales… de turismo de aquí para allá.

Sin embargo, hay algo que no me gustó nada de Lisboa, y es esa geografía irregular que tiene...¡¿cómo es posible que vayas donde vayas sea cuesta arriba?! una cosa espantosa. Y nosotras, con eso de que no estábamos familiarizadas con el transporte público lusitano, de aquí pa'yá a patita... ¡se me ha quedado un tipín! jajajajaja

Por recomendación de Mr. John, visitamos también la
Fundação Calouste Gulbenkian, un museo con piezas de una colección particular que abarca muchas y muy diferentes épocas. Había azulejos, ropas, piezas egipcias, jarrones chinos, cuadros, muebles del s.XVIII… mereció la pena, la verdad, y eso que la de la entrada era de un borde… poco más o menos que la faltó escupirnos al comprar la entrada.

Y bueno… creo que más o menos eso es todo lo que puedo contaros a grandes rasgos. Espero que hayáis disfrutado de la lectura.

¡¡¡Un besote!!!

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